4 de febrero de 2009

Romanos 8, 35


¿La aflicción? ¡No nos separará de tu amor!

¿La angustia? ¡No nos separará de tu amor!

¿La persecución? ¡No nos separará de tu amor!

¿El hambre? ¡No nos separará de tu amor!

¿La desnudez? ¡No nos separará de tu amor!

¿El peligro? ¡No! ¿La espada? ¡No!

¿Quién podrá apartarnos, oh Cristo, de tu amor?


¡Oh... he visto el rostro de la muerte!

¡Ella golpeó mi puerta, ella nos buscaba!

¡Pero en tu nombre, oh Jesús, vencemos!

¡Y de tu amor, ya nada, nada, nada nos separa!




¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? (...). Mas en todas estas cosas vencemos por aquel que nos amó. Porque persuadido estoy que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor .Ni las adversidades en la vida personal (pequeños o grandes fracasos, dolor, enfermedad...), ni las dificultades que podamos encontrar en el apostolado (resistencia de las almas en ocasiones a recibir la doctrina de Cristo, hostilidad de un ambiente que huye de la Cruz y del sacrificio...) podrán separarnos de Cristo, nuestro Maestro, pues en Él encontramos siempre la fortaleza.


Esta es una linda canción del P. Meana. Ideal para meditar y reflexionar la unión y amor con Cristo.


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