27 de febrero de 2009

¿Qué significa ser joven?

SER JOVEN SIGNIFICA ser dueños de nuestro presente y estar dispuestos a desafiar nuestro porvenir. Aceptar las circunstancias sin envidiar ni protestar, admitir la maravilla que somos y lanzarnos a conquistar nuestro destino.

SER JOVEN ES buscar incansablemente nuestro ser y entregar la vida para hacemos a nosotros mismos. Jamás sacrificar nuestra vocación por complacer a alguien y estar dispuesto a pagar la colegiatura para lograr nuestra plena realización.

SER JOVEN ES tener el valor de realizar nuestro ser a pesar de las circunstancias, los críticos y los escépticos. Jamás hacerse víctima de los demás y entender que el valor no es para morir sino para decirle sí a la vida.

SER JOVEN ES abrir nuevos caminos, aventurarse con audacia a probar lo nunca antes intentado. Luchando aun a pesar de nuestros miedos para lograr lo que deseamos, asumiendo los riesgos y las consecuencias.

SER JOVEN SIGNIFICA ser libre, dirigiendo nuestra vida al destino por nosotros elegido y asumiendo la responsabilidad de nuestras decisiones. Es ejercer en cada momento nuestra libertad y ser los únicos responsables de nuestras acciones renunciando a cualquier tipo de esclavitud, vicio, adicción, manipulación o sometimiento que degrade nuestro ser.

SER JOVEN ES levantarse ante cada adversidad con un espíritu indomable, aprendiendo de nuestros fracasos pero jamás dándonos por vencidos, luchando hasta alcanzar la cima anhelada. Es la capacidad de convertir cada fracaso en victoria aprendiendo de nuestras fallas y no perder jamás de vista la cumbre que deseamos conquistar.

SER JOVEN ES buscar desafíos y enfrentarse a retos extraordinarios con tal entusiasmo que los más intricados obstáculos sean afrontados con una férrea disciplina, con una determinación absoluta y una sonrisa en los labios. La perseverancia es el talento de los triunfadores, la disciplina es la colegiatura para llegar al éxito.

SER JOVEN ES nunca darse por vencido, aun cuando la adversidad esté a punto de derrotarnos, en el último instante buscar el impulso final para lograr la conquista. La única diferencia entre los perdedores y los triunfadores es que los primeros casi lo logran y los triunfadores si lo lograron.

SER JOVEN ES ser capaz de amar sin limitaciones y luchar hasta el fin por nuestros sueños. El amor auténtico se basta a sí mismo y sin importar reciprocidad, se da sin limitación alguna.

SER JOVEN ES luchar por un mundo más humano, es ofenderse ante la miseria, protestar ante la injusticia, es tender una mano al necesitado, es enjugar las lágrimas de un niño abandonado y conducir su destino a un futuro de realización.

SER JOVEN SIGNIFICA tener un corazón generoso y dar todo, hasta lo que nos hace falta, por alcanzar una estrella, es sacrificio sin límites, es la fuerza hecha acción para cumplir nuestro destino con Dios y con la humanidad.

SER JOVEN ES: GENEROSIDAD – ALEGRÍA – FRESCURA – SUEÑOS – FUERZA – ÍMPETU – LUCHA - ÉTICA – CARÁCTER - FRATERNIDAD - IDEALES Y AMORSER SIEMPRE JOVEN ES LA EXPRESIÓN MAS SUBLIME DE LA PRESENCIA DE DIOS.



Miguel Ángel Cornejo

24 de febrero de 2009

Morir más no pecar: Santo Domingo Savio

Aquí les dejo una pequeña biografía de Santo Domingo Savio, joven y santo. Modelo de juventud, que dejó entrar en su corazón el amor infinito de Dios. Virtuoso y obediente, enemigo hasta la muerte del pecado. Ojalá muchos de nosotros lo tomemos como modelo de fe para alcanzar la dicha de encontrarnos con nuestro Padre Dios en la eternidad estando "siempre alegres"

Domingo significa: El que está consagrado al Señor.

Entre los miles de alumnos que tuvo el gran educador San Juan Bosco, el más famoso fue Santo Domingo Savio, joven estudiante que murió cuando apenas le faltaban tres semanas para cumplir sus 15 años.

Nació Domingo Savio en Riva de Chieri (Italia) el 2 de abril de 1842. Era el mayor entre cinco hijos de Ángel Savio, un mecánico muy pobre, y de Brígida, una sencilla mujer que ayudaba a la economía familiar haciendo costuras para sus vecinas.

Desde muy pequeñín le agradaba mucho ayudar a la Santa Misa como acólito, y cuando llegaba al templo muy de mañana y se encontraba cerrada la puerta, se quedaba allí de rodillas adorando a Jesús Eucaristía, mientras llegaba el sacristán a abrir.

El día anterior a su primera confesión fue donde la mamá y le pidió perdón por todos los disgustos que le había proporcionado con sus defectos infantiles. El día de su primera comunión redactó el famoso propósito que dice: "Prefiero morir antes que pecar".

A los 12 años se encontró por primera vez con San Juan Bosco y le pidió que lo admitiera gratuitamente en el colegio que el santo tenía para niños pobres. Don Bosco para probar que tan buena memoria tenía le dio un libro y le dijo que se aprendiera un capítulo. Poco tiempo después llegó Domingo Savio y le recitó de memoria todo aquel capítulo. Y fue aceptado. Al recibir tan bella noticia le dijo a su gran educador: "Ud. será el sastre. Yo seré el paño. Y haremos un buen traje de santidad para obsequiárselo a Nuestro Señor". Esto se cumplió admirablemente.

Un día le dijo a su santo confesor que cuando iba a bañarse a un pozo en especial, allá escuchaba malas conversaciones. El sacerdote le dijo que no podía volver a bañarse ahí. Domingo obedeció aunque esto le costaba un gran sacrificio, pues hacía mucho calor y en su casa no había baño de ducha. Y San Juan Bosco añade al narrar este hecho: "Si este jovencito hubiera seguido yendo a aquel sitio no habría llegado a ser santo". Pero la obediencia lo salvó.

Cierto día dos compañeros se desafiaron a pelear a pedradas. Domingo Savio trató de apaciguarlos pero no le fue posible. Entonces cuando los dos peleadores estaban listos para lanzarse las primeras piedras, Domingo se colocó en medio de los dos con un crucifijo en las manos y les dijo: "Antes de lanzarse las pedradas digan: <>". Los dos enemigos se dieron la mano, hicieron las paces, y no se realizó la tal pelea. Por muchos años recordaban con admiración este modo de obrar de su amiguito santo.

Cada día Domingo iba a visitar al Santísimo Sacramento en el templo, y en la santa Misa después de comulgar se quedaba como en éxtasis hablando con Nuestro Señor. Un día no fue a desayunar ni a almorzar, lo buscaron por toda la casa y lo encontraron en la iglesia, como suspendido en éxtasis. No se había dado cuenta de que ya habían pasado varias horas. Tanto le emocionaba la visita de Jesucristo en la Santa Hostia.

Por tres años se ganó el Premio de Compañerismo, por votación popular entre todos los 800 alumnos. Los compañeros se admiraban de verlo siempre tan alegre, tan amable, y tan servicial con todos. El repetía: "Nosotros demostramos la santidad, estando siempre alegres".

Con los mejores alumnos del colegio fundó una asociación llamada "Compañía de la Inmaculada" para animarse unos a otros a cumplir mejor sus deberes y a dedicarse con más fervor al apostolado. Y es curioso que de los 18 jóvenes con los cuales dos años después fundó San Juan Bosco la Comunidad Salesiana, 11 eran de la asociación fundada por Domingo Savio.

En un sueño - visión, supo que Inglaterra iba a dar pronto un gran paso hacia el catolicismo. Y esto sucedió varios años después al convertirse el futuro cardenal Newman y varios grandes hombres ingleses al catolicismo. Otro día supo por inspiración que debajo de una escalera en una casa lejana se estaba muriendo una persona y que necesitaba los últimos sacramentos. El sacerdote fue allá y le ayudó a bien morir.

Al corregir a un joven que decía malas palabras, el otro le dio un bofetón. Domingo se enrojeció y le dijo: "Te podía pegar yo también porque tengo más fuerza que tú. Pero te perdono, con tal de que no vuelvas a decir lo que no conviene decir". El otro se corrigió y en adelante fue su amigo.
Un día hubo un grave desorden en clase. Domingo no participó en él, pero al llegar el profesor, los alumnos más indisciplinados le echaron la culpa de todo. El profesor lo regañó fuertemente y lo castigó. Domingo no dijo ni una verdad, el profesor le preguntó por qué no se había defendido y él respondió: "Es que Nuestro Señor tampoco se defendió cuando lo acusaron injustamente. Y además a los promotores del desorden sí los podían expulsar si sabían que eran ellos, porque ya han cometido faltas. En cambio a mí, como era la primera falta que me castigaban, podía estar seguro de que no me expulsarían". Muchos años después el profesor y los alumnos recordaban todavía con admiración tanta fortaleza en un niño de salud tan débil.

La madre de San Juan Bosco, mamá Margarita, le decía un día a su hijo: "Entre tus alumnos tienes muchos que son maravillosamente buenos. Pero ninguno iguala en virtud y en santidad a Domingo Savio. Nadie tan alegre y tan piadoso como él, y ninguno tan dispuesto siempre a ayudar a todos y en todo".

San Juan Bosco era el santo de la alegría. Nadie lo veía triste jamás, aunque su salud era muy deficiente y sus problemas enormes. Pero un día los alumnos lo vieron extraordinariamente serio. ¿Qué pasaba? Era que se alejaba de su colegio el más amado y santo de todos sus alumnos: Domingo Savio. Los médicos habían dicho que estaba tosiendo demasiado y que se encontraba demasiado débil para seguir estudiando, y que tenía que irse por unas semanas a descansar en su pueblo. Cada mes, en el Retiro Mensual se rezaba un Padrenuestro por aquel que habría de morir primero. Domingo les dijo a los compañeros: "el Padrenuestro de este mes será por mí". Nadie se imaginaba que iba a ser así, y así fue. Cuando Dominguito se despidió de su santo educador que en sólo tres años de bachillerato lo había llevado a tan grande santidad, los alumnos que lo rodeaban comentaban: "Miren, parece que Don Bosco va a llorar". - Casi que se podía repetir aquel día lo que la gente decía de Jesús y un amigo suyo: "¡Mirad, cómo lo amaba!".

Domingo Savio estaba preparado para partir hacia la eternidad. Los médicos y especialistas que San Juan Bosco contrató para que lo examinaran comentaban: "El alma de este muchacho tiene unos deseos tan grandes de irse a donde Dios, que el débil cuerpo ya no es capaz de contenerla más. Este jovencito muere de amor, de amor a Dios". Y así fue.

El 9 de marzo de 1857, cuando estaba para cumplir los 15 años, y cursaba el grado 8º. De bachillerato, Domingo, después de confesarse y comulgar y recibir la Unción de los enfermos, sintió que se iba hacia la eternidad. Llamó a su papacito a que le rezara oraciones del devocionario junto a su cama (la mamacita no se sintió con fuerzas de acompañarlo en su agonía y su fue a llorar a una habitación cercana). Y a eso de las 9 de la noche exclamó: "Papá, papá, qué cosas tan hermosas veo" y con una sonrisa angelical expiró dulcemente.

A los ocho días su papacito sintió en sueños que Domingo se le aparecía para decirle muy contento que se había salvado. Y unos años después se le apareció a San Juan Bosco, rodeado de muchos jóvenes más que están en el cielo. Venía hermosísimo y lleno de alegría. Y le dijo: "Lo que más me consoló a la hora de la muerte fue la presencia de la Santísima Virgen María. Recomiéndele a todos que le recen mucho y con gran fervor. Y dígales a los jóvenes que los espero en el Paraíso".

Hagamos el propósito de conseguir la hermosa Biografía de Santo Domingo, escrita por San Juan Bosco. Y hagámosla leer en nuestra familia a jóvenes y mayores. A todos puede hacer un gran bien esta lectura.

Domingo: ¡Quiero ser como tú!.

18 de febrero de 2009

Peor que morirse

Muchas personas te dirán que lo peor que te puede pasar en esta vida es enfermarte o morirte, pero nosotros podemos darnos cuenta que no es así. Lo peor que nos puede pasar es que pequemos, pues perder la posibilidad de ir al cielo, sería tragedia eterna.

Como hemos visto: esta vida es la oportunidad para llegar al cielo y el pecado precisamente nos aleja de Dios y del cielo. La enfermedad obviamente nos cuesta mucho, sí, pero no tanto como perder nuestro destino eterno. Cristo, cuando hizo las curaciones hizo referencia al perdón del pecado, por ejemplo con el paralítico, "Cristo le dijo: ’tus pecados están perdonados’" y luego le curo de su enfermedad, haciendo ver que lo peor del mal en el mundo es el pecado.

La enfermedad es algo difícil, sí, pero que se acaba, ya sea con la salud o con la muerte. El pecado es algo terrible que debemos desarraigar de nuestra vida.

Muchos de nosotros también pensamos que al que es bueno no debería pasarle nada malo. Jesucristo, la inocencia misma, el más justo y santo que haya vivido en esta tierra, sufrió por nosotros. Su sufrimiento fue salvación nuestra. Las enfermedades nos pueden llevar a la salvación.

Ese es el secreto que tiene nuestra religión: Cristo con su sufrimiento inocente, nos enseñó que el dolor, ofrecido por la salvación de las almas tiene un sentido y un valor maravilloso. De ahí viene la palabra "sacrificio", del verbo sacrum-facere, que significa "hacer sagrado". El sufrimiento sin ofrecerlo es solamente dolor, en cambio, ofreciéndolo tiene un valor de salvación. Convertir el sufrimiento en sacrificio para alcanzar nuestra salvación y la de los demás. Unir nuestro sufrimiento al de Cristo para que tenga un valor infinito. Hacernos partícipes de los sufrimientos de Cristo para la salvación del mundo.


Autor: Catholic.net

11 de febrero de 2009

¿Hacer más o hacer mejor?

La eficiencia, en ocasiones, nos obsesiona. Queremos rendir más, aprovechar a fondo el tiempo, atender varios asuntos a la vez, conquistar metas y más metas.

Al final del día podemos sentirnos satisfechos al recordar que hemos hecho “muchas cosas”. La enumeración empieza con el excelente editorial que leímos por la mañana, el desayuno consumido en menos tiempo, la llegada a tiempo al trabajo, el haber terminado 15 asuntos pendientes, el haber respondido a más de 30 mensajes del correo electrónico, y un largo etcétera de pequeñas, medianas o grandes realizaciones.

Pero si vamos más a fondo, ¿estamos de verdad satisfechos? Hemos hecho muchas cosas, hemos rendido más de lo ordinario, hemos tenido un día “lleno”. ¿Basta eso o quedó algo pendiente, dejé de lado otras “cosas” mucho más importantes?

Es posible vivir con la agenda repleta de compromisos y con un gran vacío en el corazón. Quizá ocurre eso porque la avalancha de actividades nos ha alejado de lo más importante, porque hemos perdido la brújula y no sabíamos exactamente hacia dónde queríamos llegar.

No podemos recorrer el camino de la vida bajo un frenesí de acciones y bajo un esfuerzo, casi titánico, por llevar a cabo miles de cosas que nos dispersan y que nos esclavizan.

Hemos sido creados para algo mucho más grande, más noble, más profundo, más hermoso. La verdadera vocación del hombre está no en el hacer, sino en el amar.

Juan Pablo II lo explicaba con estas palabras: “El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente” (Redemptor hominis, n. 10).

Nuestra plenitud no está en la técnica, ni en la televisión, ni en internet, ni en los crucigramas, ni en la conquista de una buena forma física, ni en la dieta, ni en la lectura de novelas apasionantes o de libros de ciencia. Nuestra plenitud está en aprender a vivir según nuestra naturaleza íntima, profunda: según el plan de Dios, que nos hizo por amor y nos invita cada día a amar.

La pregunta que deberíamos formular al acostarnos no es si hice más, sino sencillamente si hice mejor, si hice bien, si hice con amor, si hice para amar.

No vale la pena hacer miles de cosas. Hay una única cosa importante: “Sólo vale la pena el amor, que es lo que hace posible la eternidad” (José María Pérez Lozano).

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Fernando Pascual LC

9 de febrero de 2009

CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN DE MARÍA para los jóvenes

Virgen de Fátima, Madre mía tan amada,
adhiriéndome al Movimiento Mariano,
hoy me consagro -de modo especialísimo-
a tu CORAZÓN INMACULADO.

Con este acto solemne
Te ofrezco toda mi vida,
mi corazón, mi alma, mi cuerpo,
especialmente este período
que estoy viviendo
de mi juventud.

GUÍAME por la senda que nos trazó Jesús:
la del amor, de la bondad, de la santidad.

AYÚDAME a huir del pecado, del mal ,
del egoísmo, y a rechazar las tentaciones
de la violencia, de
la impureza y de la droga.

TE PROMETO confesarme con frecuencia
y de recibir a Jesús en mi corazón
como alimento espiritual de vida,
observar los mandamientos de Dios,
caminar por la vía del
amor y de la pureza,
recitar cada día el Santo Rosario.

Quiero ser testimonio de unidad con gran amor
al Papa, al Obispo y a mis Sacerdotes
Te amo, Madre mía dulcísima,
y te ofrezco mi juventud por el triunfo
de tu CORAZÓN INMACULADO en el mund
o.

Fuente: Movimiento Sacerdotal Mariano
http://www.msm-es.org/

5 de febrero de 2009

Tener amigos...


Otra vez suena el portátil. ¿Quién será? Veo el número, el nombre. Una sonrisa aparece en mis labios: ¡un amigo!

Muchas veces quisiéramos tener un buen amigo: alguien que piense en nosotros, que esté a nuestro lado, que comparta los propios sueños y aventuras, al que podamos ayudar y que sea el primero en darnos una mano.

La amistad implica siempre, como mínimo, a dos personas: no hay amigos si solamente es uno el que ama a otro.
La amistad exige, por lo tanto, correspondencia: dos para los buenos y malos momentos, dos que caminan juntos, dos dispuestos a dar y recibir, dos que saben ayudar y acoger la mano que viene a levantar al caído.

La amistad empieza precisamente allí donde el trato descubre que el otro vale, que es un “tesoro”, que merece todo mi amor, mi tiempo, mis cansancios, mis consejos. Porque su vida es maravillosa, porque “estoy hecho” para amar, porque no puedo vivir solo, porque él también necesita de mis manos y de mis sueños.

”El amigo fiel es seguro refugio, el que lo encuentra, ha encontrado un tesoro. El amigo fiel no tiene precio, no hay peso que mida su valor. El amigo fiel es remedio de vida, los que temen al Señor lo encontrarán. El que teme al Señor endereza su amistad, pues como él es, será su compañero” (Sirácide 6,7-17).

El modelo más perfecto del verdadero amigo es Cristo. Para Él, el Señor, no somos siervos, sino amigos: por eso nos enseña todo lo que ha escuchado del Padre. No busca sólo caminar entre los hombres, sino que muestra su amor hasta dar la vida por nosotros, para salvarnos, para el perdón de los pecados. Por eso puede pedirnos que le amemos, que vivamos según su doctrina y sus mandatos . Jesús nos permite descubrir que, realmente, Dios es amigo de los hombres, que busca nuestro bien y desea nuestra correspondencia, nuestra entrega de amor.

Tener amigos. Hoy puede ser un momento para recordar tantos rostros, tantas sonrisas, tanto afecto recibido. Hoy, sobre todo, puede ser un día dedicado a no pensar en si soy querido, en si me han llamado más o menos amigos al móvil. Esta vez me toca a mí buscar, llamar, ofrecer, esperar. Tomaré el teléfono, tomaré las llaves de casa, saldré a ver a ese amigo, tal vez pobre o enfermo, deseoso de mi mirada, de mi sonrisa, de mi esperanza, de mi amor (que es caridad cristiana) sincero y pleno. A ese amigo que lo merece todo, porque también Cristo lo ha amado, y porque el mismo Cristo desea que mi amor, pequeño y pobre, se una al Suyo, capaz de redimir y de otorgar el gran don de la paz y la alegría.
Fuente: Catholic net
Autor: P. Fernando Pascual L.C.

4 de febrero de 2009

Romanos 8, 35


¿La aflicción? ¡No nos separará de tu amor!

¿La angustia? ¡No nos separará de tu amor!

¿La persecución? ¡No nos separará de tu amor!

¿El hambre? ¡No nos separará de tu amor!

¿La desnudez? ¡No nos separará de tu amor!

¿El peligro? ¡No! ¿La espada? ¡No!

¿Quién podrá apartarnos, oh Cristo, de tu amor?


¡Oh... he visto el rostro de la muerte!

¡Ella golpeó mi puerta, ella nos buscaba!

¡Pero en tu nombre, oh Jesús, vencemos!

¡Y de tu amor, ya nada, nada, nada nos separa!




¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? (...). Mas en todas estas cosas vencemos por aquel que nos amó. Porque persuadido estoy que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor .Ni las adversidades en la vida personal (pequeños o grandes fracasos, dolor, enfermedad...), ni las dificultades que podamos encontrar en el apostolado (resistencia de las almas en ocasiones a recibir la doctrina de Cristo, hostilidad de un ambiente que huye de la Cruz y del sacrificio...) podrán separarnos de Cristo, nuestro Maestro, pues en Él encontramos siempre la fortaleza.


Esta es una linda canción del P. Meana. Ideal para meditar y reflexionar la unión y amor con Cristo.


1 de febrero de 2009

Dejar mi vida entre tus manos


Todavía me cuesta, Señor, poner las redes de mi vida entre tus manos.

Parece que temo tus proyectos, tus planes. Parece que todavía prefiero seguir mis gustos, gozar de salud, decidir mis pasos, tenerlo todo bajo el control de mis deseos.

Sé que Tú tienes un camino distinto para mi vida. Quizá difícil, quizá incomprensible, quizá lleno de espinas. Pero viene de Ti, y eres Tú quien sabes lo que es mejor, lo que me permite avanzar hacia el amor y la esperanza.

Ayúdame a descubrir ese proyecto. Dame fuerzas para confiar, para no olvidar que eres un Padre bueno. Permíteme reconocer que la Cruz es parte del camino del que ama, es una astilla que nos permite contagiarnos del fuego de amor que trajiste al mundo.

Dame también fuerzas para acompañar a quienes sufren a mi lado. Porque no encuentran sentido a sus fracasos. Porque no entienden que también el dolor encierra un tesoro inmenso. Porque olvidan que existe el cielo, donde el Perdón vence el pecado, donde el egoísmo queda lejos, donde el Amor lo es todo para todos.

Quisiera hoy, en estas horas de mi caminar frágil, dejar mi vida entre tus manos, como jarrón dócil, como vasija humilde, como barro confiado. Dejar que modeles en mi alma y en mi cuerpo tu proyecto; permitirte conquistar mis ideas y mis actos; prestarme para que también otros, desde mi vida transformada, puedan avanzar hacia la esperanza y descubrir Tu Amor eterno.

Autor: P. Fernando Pascual LC
Fuente: Catholic.net