24 de julio de 2009

Consagración a María


Oh Señora y Madre mía, con filial cariño vengo
a ofrecerte en este día cuanto soy y cuanto tengo.
Mis ojos para mirarte, mi voz para bendecirte,
mi corazón para amarte y mi vida para servirte.


ACEPTA MADRE ESTE DON
QUE TE OFRECE MI CARIÑO.
GUÁRDAME COMO UN NIÑO
CERCA DE TU CORAZÓN (2)


Que nunca sea traidor al amor que se me entrega
y que desprecie sin pena los halagos de otro amor.
Y aunque el dolor me taladre y haga de mi un crucifijo,
que yo sepa ser tu hijo y que sepa que eres mi Madre.


EN LA DICHA Y EN LA AFLICCIÓN
EN MI VIDA Y EN MI AGONÍA,
MÍRAME CON COMPASIÓN
NO ME DEJES MADRE MÍA.






17 de julio de 2009

Para el día a día... para toda la vida ( II )

• En la desgracia conviene tomar algún camino atrevido. Lucio Anneo Séneca.
• En la tormenta es cuando se conoce al buen piloto. Lucio Anneo Séneca.
• En la tribulación acude luego a Dios confiadamente y serás esforzado y alumbrado y enseñado. San Juan de la Cruz.
• En las fatigas y en los sufrimientos no se olvide que tenemos un gran premio preparado en el cielo. San Juan Bosco.
• En mil aflicciones, no son quinientas de ellas que cooperan para el bien del creyente, sino novecientas noventa y nueve más una – las mil. George Müller.
• En una vida sin penas, acaban por relajarse las cuerdas del alma. Johannes Kepler.
• La desdicha es grande, pero el hombre es aún más grande que la desdicha. Rabindranath Tagore.
• La pobreza y el sufrimiento no están para que los entendamos, sino para que los resolvamos. San Vicente Ferrer.
• La vida es un arco iris que incluye el negro. Yevgeny Yevtushenko.
• La vida es un calvario. Conviene subirlo alegremente. San Pío de Pieltrecina.
• Lamentar un infortunio pasado, y que no existe, es la más segura vía de crearse otro infortunio. William Shakespeare.
• Las lágrimas son la sangre del alma. San Agustín de Hipona.
• Las pruebas a las que Dios os somete y os someterá, todas son signos del amor Divino y Perlas para el alma. San Pío de Pieltrecina.
• Las tribulaciones del mundo están llenas de pena, y vacías de premio; pero las que se padecen por Dios se suavizan con la esperanza de un premio eterno. San Efrén.
• Llorar, sí; pero llorar de pie, trabajando; vale más sembrar una cosecha que llorar por lo que se perdió. Alejandro Casona.
• Lo importante no es lo que sufres sino cómo lo sufres. Lucio Anneo Séneca.
• Los hombres solo sufren por un motivo; porque no pueden amar como Cristo crucificado. Kiko Argüeyo.
• Es mejor sufrir por la causa de Cristo y no que la causa de Cristo sufra. Alba Lucía.
• Lo que nos hace sufrir nunca es una tontería, puesto que nos hace sufrir. Amado Nervo.
• Los ángeles sólo nos tienen envidia por una cosa: ellos no pueden sufrir por Dios. Sólo el sufrimiento nos permite poder decir con toda seguridad: Dios mío, ¡mirad cómo os amo! San Pío de Pieltrecina.
• Los hermanos que sufren son las joyas de Dios. San Vicente de Paúl.

• Nadie es tan desdichado como la persona que nunca ha sufrido. Joseph de Maistre.
• Nadie llegó jamás a la inmortalidad sino por el camino de la aflicción; y he aquí un gran motivo de consuelo para todas nuestras penas. San Francisco de Sales.
• No hay árbol que el viento no haya sacudido. Proverbio hindú.
• No hay hombre en el mundo sin tribulación, aunque sea rey o papa. Y ¿quién es el que esta mejor? Ciertamente, el que padece algo por Dios. Tomas Kempis.
• El padecer templa el alma, y la fortalece para seguir la marcha. Alicia Beatriz Angélica Araujo.
• Por muy altas que sean las olas, el Señor es más alto. ¡ Espera!... la calma volverá. San Pío de Pieltrecina.
• Por todas partes por donde sufren corazones humanos, Cristo pone su morada. Francois Mauria.
• Puedes emplear hombres y contratar manos que trabajen para ti, pero debes ganar sus corazones para que compartan tus sufrimientos. Tiorio.
• Quien comienza a amar debe estar dispuesto a sufrir. San Pío de Pieltrecina.
• Quién no ha tenido tribulaciones que soportar, es que no ha comenzado a ser cristiano de verdad. San Agustín.
• Quien se aflige antes de tiempo se aflige más de lo necesario. Lucio Anneo Séneca.
• Quien supo padecer, sabrá vencer. Refrán español.
• Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas. Rabindranath Tagore.
• Si nada padeciste, no sabes compadecerte. Niccolo Tommaseo.
• Si yo no hubiera estado convencido que cada prueba adicional fue ordenado por misericordia y amor infinito, no hubiera sobrevivido los sufrimientos acumulados. Adoniram Judson

15 de julio de 2009

Para el día a día... para toda la vida ( I )


  • A los afligidos no se les ha de añadir aflicción. Miguel de Cervantes Saavedra.
  • Cristo está muy cerca de todos los que sufren. Juan Pablo II.
  • Cristo establece su morada en los corazones que están sufriendo. Francois Mauriac.
  • Cuando no se puede sufrir algo, lo mejor es saberlo sufrir. Lucio Anneo Séneca.
  • De cualquier modo que se llame tu espina, acéptala; es compañera de la rosa. Rabindranath Tagore.
  • De las nubes más negras, cae agua limpia y fecunda. Proverbio chino.
  • Dios está en todos los hombres, pero no todos los hombres están en Dios; por eso sufren. Ramakrsina.
  • Dios no vino a suprimir el sufrimiento. No vino ni siquiera a dar una explicación. Vino a llenarlo de su presencia. Paul Claudel.
  • Donde hay sufrimiento, hay suelo sagrado. Oscar Wilde.
  • Cuando otros lloran sangre, ¿qué derecho tengo yo a llorar lágrimas? José Martí.
  • Donde quiera que alguien sufre, allí está Jesucristo. San Vicente de Paúl.
  • Dos son las cosas que hacen madurar al hombre: el amor y el sufrimiento. Johann Messner.
  • El fruto del sufrimiento es estar cada día más cerca de Dios. Madre Maravillas de Jesús.
  • El hambre, el sufrimiento, el dolor físico y mental de la vida en condiciones desesperantes, necesita soluciones hoy, no Mañana. Luis A. Ferre.
  • El hombre que no sufre es una máquina mal compuesta, una criatura defectuosa, un mutilado moral, un aborto de la naturaleza. Charles-Maurice Le Tellier.
  • El hombre que teme al sufrimiento, no es conciente aún que es un pecador en vías de purificación. Alicia Beatriz Angélica Araujo.
  • El llanto es a veces el modo de expresar las cosas que no pueden decirse con palabras. Concepción Arenal.
  • El padecer templa el alma, y la fortalece para seguir la marcha. Alicia Beatriz Angélica Araujo.
  • El que acepta muchas cosas fácilmente, con seguridad tendrá muchas dificultades. Autor desconocido.
  • El que hace sufrir al prójimo se causa daño a sí mismo. El que ayuda a los demás se ayuda a sí mismo. León Tolstoi.
  • El que no ha sufrido no sabe nada; no conoce ni el bien ni el mal; ni conoce a los hombres ni se conoce a sí mismo. Fanelon.
  • Quien se aflige antes de tiempo se aflige más de lo necesario. Lucio Anneo Séneca.
  • El que teme sufrir, sufre de temor. Proverbio Chino.
  • El llanto es a veces el modo de expresar las cosas que no pueden decirse con palabras. Concepción Arenal.
  • El mejor servicio que podemos prestar a los afligidos no es quitarles la carga, sino infundirles la necesaria energía para sobrellevarla. Phillips Brooks.
  • El mundo exterior podrá hacerte sufrir, pero sólo tú podrás avinagrarte a ti mismo. Georges Bernanos.
  • El pesar oculto, como un horno cerrado, quema el corazón hasta reducirlo en cenizas. William Shakespeare.
  • El sabe ciertamente que con frecuencia nuestros sufrimientos son un instrumento de salvación. San Gregorio Naceno, Disertación 7.
  • El secreto no está en qué tanto sufrimiento tolera sino en cuánta alegría siente. La vida está llena de excusas para sentir dolor, excusas para no vivir a plenitud, excusas, excusas, excusas. Erica Jong.
  • El ser humano tiene regiones en su propio corazón que aún no existen. Sólo comenzarán a tomar forma cuando en ellas penetre el sufrimiento. León Bloy.
  • El sufrimiento de aquí abajo no tiene proporción con la gloria del cielo: 2 Cor 4, 17.
  • El sufrimiento depende no tanto de lo que se padece, cuanto de nuestra imaginación, que aumenta nuestros males. Fenelón.
  • El sufrimiento en sí mismo puede esconder un valor secreto y convertirse en un camino de purificación, de liberación interior, de enriquecimiento del alma. Juan Pablo II.
  • El sufrimiento es el hilo con el que se va tejiendo la tela de la alegría. H. De Lubac.
  • El sufrimiento es la ley de hierro de la naturaleza. Eurípides.
  • El sufrimiento es una especie de sacramento para quien lo recibe sin odio. Louis Evely.
  • El sufrimiento interno es el seno materno de las obras inmortales. Arthur Schopenhauer.
  • El sufrimiento —como he escrito en la Carta Apostólica Salvifici doloris- no puede ser transformado y cambiado con una gracia exterior sino interior... Juan Pablo II.

7 de julio de 2009

Corresponder a la gracia divina...


¿Qué significa “corresponder”? Significa acoger, aceptar, desarrollar y vivir un don, un regalo, una idea.

Corresponder a la acción de Dios en la propia vida significa tener un corazón que sabe escuchar, que sabe aceptar, que busca vivir, que deja dar frutos a la siembra constante que Dios hace en los corazones.

¿Cómo podemos corresponder a la gracia de Dios? Puede parecer difícil en un mundo de prisas, de ruidos, de ocupaciones, de trabajos. Puede parecer casi imposible si creemos que el pecado es inevitable, si hemos dejado crecer las pasiones, si vivimos de egoísmos y avaricia.

Pero Dios puede cambiar cualquier corazón, destruir murallas de dureza y de apatía que el tiempo haya levantado en nuestras vidas, si le dejamos, si correspondemos, si le decimos “sí”.

El primer paso parece el más difícil: aceptar que nada podemos sin Dios, reconocer nuestros pecados, pedir humildemente perdón. Parece difícil, pero resulta mucho más fácil si reconocemos que Cristo no vino a condenar sino a salvar, que desea nuestro regreso, que anhela ese primer gesto por parte nuestra para que le dejemos trabajar. Entonces podrá curar, limpiar, restablecer su Amor en nuestras almas.

Hacer un buen examen de conciencia, acudir al sacramento de la confesión, es mucho más fácil si estamos bajo la mirada de Cristo. Es el Maestro bueno, que vino a buscar a los pecadores, que cura como Médico a los enfermos y heridos por el egoísmo y las mil miserias del alma (cf. Lc 5,31-32; Lc 15,1-32).

Ese es el primer paso para empezar a corresponder. Se trata simplemente de descubrir la llamada profunda, eterna, íntima, que Dios hace a mi alma. Cuando he pecado, cuando he fallado, cuando he sido derrotado, puedo decir con sencillez: ahora Jesús es más mío, porque vino precisamente para mí, enfermo, pecador, miserable.

El segundo paso consiste en la gratitud: recordar el don del perdón acogido, celebrado, hecho fiesta. El Papa Pablo VI lo expresaba con palabras sencillas y llenas de emoción: “Que al menos pueda honrar a quien Tú eres, el Dios de infinita bondad, invocando, aceptando, celebrando tu dulcísima misericordia”.

La misericordia de Dios, la alegría de Dios que nos rescata y nos recibe en casa, nos permite dar un tercer paso: quien ha sido perdonado siente la necesidad de perdonar y, sobre todo, de amar (cf. Lc 7,36-50). Un maravilloso modo de corresponder a la acción de Dios es perdonar como fuimos perdonados.

En el camino de respuesta, el alma perdonada y agradecida ve que Dios le pide nuevos pasos, una correspondencia mayor y más enamorada. Descubre el verdadero sentido de la misa dominical: es un encuentro con Cristo que se ofrece por los pecadores, que da su vida por mí. Siente que debe participar en las distintas actividades de la parroquia. Busca conocer más quién es Cristo a través del Evangelio. Estudia su fe con la lectura del Catecismo de la Iglesia Católica y de otros buenos libros.

El corazón está dando cada vez nuevos pasos, que son simplemente respuestas a las invitaciones que el Espíritu Santo suscita en el interior de la conciencia. El secreto de la vida cristiana radica precisamente en esta actitud de escucha que permite reconocer lo que Dios susurra para decirnos por dónde hay que caminar a lo largo de la vida.

En resumen, corresponder es aceptar y vivir bajo la luz divina, íntima, continua, que el Espíritu Santo derrama sobre la conciencia. Desde ella podemos saber qué es lo que Dios nos pide y qué es lo que debemos dejar de lado.

La correspondencia culmina cuando imitamos a Dios en lo que más le caracteriza: el Amor. Entonces aprendemos a vivir ya en la Tierra como un día, así lo esperamos, podremos vivir en el cielo: con un amor intenso y creciente.

Daremos plena acogida, entonces, a los consejos del apóstol Pablo: “No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención. Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros. Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándonos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo” (Ef 4,30-32).

Dejarnos perdonar, perdonar y amar. Eso es corresponder. Y quien corresponde a la gracia divina dejará la levadura vieja y será, de verdad, un cristiano que alegra el corazón de nuestro Padre de los cielos.


Fuente: Catholic.net
Autor: P. Fernando Pascual LC

2 de julio de 2009

Cuando digo Ave María...

Cuando digo Ave María se me agranda el corazón
porque Ella es dueña de mi vida.
Cuando digo Ave María me atrapa con su Amor
y no deja que me aleje del Señor.

Cuando digo Ave María ya no siento más dolor
porque Ella entre sus brazos me alivia.
Cuando digo Ave María ella le ruega al Señor
y me alcanza con sus manos el perdón.

Cuando digo digo Ave María me estremezco
y de gozo se me llena el corazón,
y los Ángeles del cielo cantan himnos de alegría
y en la tierra solo hay admiración.

Cuando digo Ave María no camino en tiniebla
por que Ella con su luz me ilumina.
Cuando digo Ave María Ella escucha mi clamor
y me ayuda a seguir a mi Señor.

Cuando digo Ave María se confirma mi esperanza
porque en Ella yo he puesto mi confianza.
Cuando digo Ave María ya no tengo más temor
porque se que me protege con su Amor.