Te cuento que en un invierno
(algún invierno del alma, ya sabés,
en que peleás con vos mismo,
en que te anulás, y en vos nada bueno ves),
Vino al rescate un hermano:
viéndome ciego de mí, se compadeció.
"Dejá a los otros -me dijo-
que encuentren y tomen lo bueno que hay en vos",
¡Lo bueno que hay en vos!
Ese milagro único que sos.
Misterio que hay en vos...
Tu manantial, que nos fluye desde Dios.
¡Lo bueno que hay en vos!
Que a veces está oculto para vos.
Lo hermoso que hay en vos...
¡Deja que tomen lo bueno que hay en vos!
(Lo bueno que hay
en cada cual,
y en mí y en vos!).
Herida y sin aceptarse,
tu alma baja a su sótano, y allí
olvida el bien de su vida...
“¡No hay nada digno de ser amado en mí!"
Amnesia autodestructiva,
que el amor y la memoria podrán curar.
Memoria de tantos bienes...
Amor que se alegra y comparte la vida que hay.
Cuando esa niebla te pierda...
Cuando parezca que sólo, a tu alrededor,
sea lícito el pesimismo,
y vale muy poco una vida y ya no es un don...
¡Déjame ir a tu rescate,
cuando esa nada ahogue tu corazón!
Sean mis ojos tu espejo
... y vuelvas a ver lo valioso que hay en vos.
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