Resulta para muchos muy difícil compaginar la libertad con el dinero. Con frecuencia la única parrilla de salida lo constituye el vil metal. Los chicos y las chicas han cambiado mucho desde hace algún tiempo para acá. Hace años buscaban temas de conversación que les afectaban personalmente. Tenían ideales que les mantenían en actitudes humanitarias y sensibilizados con todos los semejantes.
Hoy no se habla de jóvenes en abstracto, sino de grupos, de bandas, de pandillas. Ellos mismos se dividen en territorios marcados. Pues bien, esta división se hace en base al dinero y de su facilidad en adquirirlo.
Hay quienes llevan dinero siempre en el bolsillo y otros que no. Los hay que se compran ropa de “marca” y otros que se visten como pueden. La distinción social se hace cada vez más fuerte. Y es el dinero el que divide a las clases acomodadas y su mismo estilo de vida.
Lectura del dineroLos jóvenes se reúnen hoy día en grupos diversos. Y lo hacen no según los resultados escolares, ni por el deporte de competición, sino por las salidas, placeres y lugares que les permiten el dinero. Es curioso que las familias acomodadas les dan menos dinero que las ocupadas en trabajos. Estas últimas les dan con facilidad el dinero para compensar su falta de relación y de afecto.
Los jóvenes, intuitivos, se dan cuenta de esta realidad. Son conscientes de que el dinero reemplaza el mundo de los afectos. De esta falta de relación familiar se pasa a la relación con los colegas en las discotecas y lugares de ocio, en donde no se aprende , por supuesto, a madurar la afectividad.
El dinero se ha convertido en una forma de jerarquizar a los hombres y su clase social. Se tiene la manía de enjuiciar a los demás según vistan y según el dinero que lleven a mano. El dinero es una parrilla de valor.
Cristianamente, esta actitud es opuesta a las ideas de los evangelistas y de Jesús, su inspirador, porque estima a los hombres según los medios económicos y no según lo que valen y son por sí mismos.
Sus placeres en el tiempo libre o de ocio
Generalmente, el joven habla de lo que le gusta. No entienden este mundo sin dinero. Lo ven como algo normal. Los hay que se sacrifican durante el verano con un trabajo de camareros o cosa parecida con tal de tener dinero durante la época de estudios. Los que trabajan son pocos. La mayoría considera que los padres tienen la obligación de darles el dinero que necesitan.
Todo lo que no sea dinero a disposición, lo toman como una sacrificio innecesario y un ascetismo arcaico y retrógrado. El placer del dinero es un maestro despiadado e implacable.
Todo les parece venido del cielo
Hay chicos y chicas a los que los abuelos o parientes cercanos les pagan el permiso del carné de conducir. Y como están habituados a celebrar todo, convocan a sus amistades para celebrarlo sin a veces darle las gracias a quien les dio el dinero.
Este ha llegado ser un símbolo de las relaciones entre los hombres. Cuando el símbolo es demasiado desequilibrado, la consecuencia es clara: las relaciones humanas están viciadas. menudo se cae en la idolatría de los héroes deportivos y de sus millones. Se aprecia más a estos mitos que a la reciprocidad, al intercambio, al compartir.
¿Qué das de lo que recibes? Pregunta fundamental para sentirse libre de verdad.Pero la gran mayoría cree que sin dinero no tienen dignidad, ni se pueden relacionar con sus amigos y amigas. Y si les hablas de que los hombres son iguales en dignidad y que los frutos de la tierra pertenecen a todos, que el dinero no es un fin en sí mismo si no se comparte con los demás, este lenguaje les sabe a chino.
No obstante, no hay que desfallecer en esta tarea educativa, política y social, evangélica y humana.
La persona se mide por lo que gana y no por lo que vale y es. La libertad del desprendimiento es una ascesis incomprensible para ellos y ellas. Saben- muchos al menos- que el Evangelio es duro y exigente, pero piensan que no es para ellos. El dinero es la medida de todo. La vida es una plataforma para ganar mucho dinero. Así te consideran bien esta sociedad. La pobreza es abominable.